El doctor Ernst Hartmann elaboró durante más de diez años un estudio de las influencias del medio ambiente sobre el hombre, principalmente las del subsuelo. En 1935, tras numerosas experiencias efectuadas en la ciudad en la que ejercía, llegó a la conclusión de que la salud física y mental de una persona depende del lugar en el que vive, duerme y ejerce su actividad.
Junto con un equipo de físicos y médicos, y tras numerosos experimentos, concluyó que "la tierra está recubierta por una red global de ondas fijas que parecen ser producidas por una radiación terrestre que proviene del interior del planeta y que se ordena en forma de retícula al atravesar las capas de la corteza terrestre". El Dr. Hartmann y su equipo midieron la resistencia del cuerpo humano y las variaciones que ésta experimentaba al desplazarse una persona dentro del área estudiada. Se encontraron así puntos donde se registraban alteraciones bruscas en las mediciones. Al marcar estos puntos sobre un plano, vieron que estos conformaban una especie de cuadrícula o retícula, es decir, constituían los puntos de intersección de unas hipotéticas líneas de fuerza o energía, dispuestas en forma de malla o red. La existencia de estas líneas ha sido corroborada por posteriores investigaciones e investigadores (médicos y físicos como Pollak, Cody, Curry, Koenig, Varga, el ruso Dubrov y el italiano Dtigo), recibiendo el nombre Líneas Hartmann. La malla conformada por estas líneas sobre la superficie terrestre se ha denominado Red Hartmann o Red H.
El arquitecto Rémi Alexandre la definió como una cuadrícula de radiaciones o zonas de perturbaciones cosmotelúricas, como una inmensa telaraña tejida a escala de todo el planeta.
De hecho, esa extensa red estaría compuesta de varias rejillas que se superponen e interfieren. Podría decirse que todas forman una rejilla global biológicamente activa. El doctor Hartmann constató que esa "rejilla" global constituye un vasto conjunto de "paredes invisibles", como una red o una cuadrícula de dimensiones supuestamente fijas. Dispuesto sobre el suelo, se le encontraría elevado en toda la biosfera.
Las líneas Hartmann se pueden concebir como paredes de energía sutil emanando del subsuelo y extendiéndose verticalmente hasta una altura de 2,000 metros. Esta red se puede detectar en todas partes, tanto en terreno llano como en la montaña, en el agua, en el exterior y en el interior de las viviendas. Si éstas son de varias plantas, está verticalmente presente en los mismos lugares de cada nivel. Estas líneas o bandas se orientan en función de los polos geomagnéticos; corren paralelamente en direcciones norte-sur y este-oeste. Su intensidad y densidad son muy variables, dependiendo de innumerables factores como son la hora del día y los cambios atmosféricos. No obstante se establece una constante de unos 21 cm. de espesor y su disposición paralela a intervalos de 2.5 m en las orientadas norte-sur y de unos 2 m en las orientadas este-oeste. Se les ha llamado también "Constantes Vitales Terrestres", pues su armonía o distorsiones nos muestran el grado de equilibrio o de desequilibrio de un lugar o sus alteraciones en un determinado momento. Por ejemplo, el espesor de las líneas puede ir de 21 a 80 cm. durante un eclipse solar o hasta 120 cm. durante un movimiento sísmico. Tampoco hay que imaginarse la red Hartmann como una trama geométrica que se proyecta en mallas regulares sobre la superficie del planeta. Su trazado tiene múltiples ondulaciones, contracciones, accidentes diversos e incluso interrupciones puntuales. Con lo que se compara mejor es con una red o una rejilla.
Esta trama delimita tres zonas de distinta irradiación:
Las "paredes" en longitud. Su intensidad es demasiado débil para molestar al hombre. De todos modos, a veces la información radiestésica pone de manifiesto una actividad nociva en su vertical, procedente de una interferencia entre las asimetrías del subsuelo y de la red H propiamente dicha.
Una zona neutra. Es la parte delimitada por las "paredes de la cuadrícula". En su interior se encuentran más armonizadas las constantes biológicas del individuo; se puede decir que es un área particularmente benéfica, donde se pueden recuperar las energías perdidas.
Los cruces Hartmann. Son las intersecciones de las líneas de fuerza de la red, que forman cuadros de 21 cm. de lado, donde la energía es más intensa, se hace notoria y perjudicial.
Los geobiólogos actuales califican esos cruces Hartmann de "puntos geopatógenos". Consideran que cuando influyen prolongadamente sobre un organismo, ya sea vegetal, animal o humano, pueden favorecer la aparición o evolución de enfermedades. Un cáncer o una depresión nerviosa profunda no se generan sentándose un par de horas en un lugar así; a veces deben pasar varios meses o años, para que se manifiesten trastornos, enfermedades crónicas o afecciones agudas. Eso se produce principalmente cuando el punto geopatógeno corresponde al emplazamiento de una cama o de un puesto fijo, de un trabajo, por ejemplo. Añadamos que los cruces Hartmann no son obligatoriamente generadores de enfermedades o nocivos, sino que pueden serlo en determinadas condiciones, específicamente cuando dichos cruces coinciden con venas de agua subterráneas, fallas geológicas o algún otro tipo de perturbación subterránea. En estos casos, es cuando los efectos son más notorios y perjudiciales.
Dado que la red Hartmann es una cuadrícula que se extiende sobre la superficie habitable en rectángulos de 2 x 2.5 metros, más o menos regulares, es inevitable que en un dormitorio haya uno o más cruces H. Es absolutamente imprescindible evitar que la cama se encuentre en la vertical de uno de ellos. Desde hace unos veinte años, el Instituto Suizo de Investigaciones de Geobiología de Chardonne, dirigido por Blanche Merz, realiza estudios médicos sobre las nocividades relacionadas con los cruces Hartmann y otras aberraciones telúricas. Han encontrado que, en la mayor parte de los casos, basta con desplazar la cama de los enfermos para constatar una mejora de su estado, iniciándose un proceso de curación.
En un cruce de líneas Hartmann, sobre una zona geopatógena debida, por ejemplo, al paso de dos corrientes de agua subterránea que se cruzan, se observan alteraciones en la emisión de radiación gamma e infrarroja. Estas radiaciones de alta frecuencia se vuelven muy agresivas para el ser humano, cuando se dan también perturbaciones metereológicas, produciendo grandes variaciones de las constantes vitales del individuo, que se traducen en excitación e irritación continua de sus células nerviosas.
Una de las hipótesis de trabajo sobre la red H establece que estas líneas de fuerza o energía transportan o disipan de alguna manera los excesos energéticos terrestres, ya sean éstos de origen natural o artificial (como el caso de los transformadores y líneas de alta tensión, etc.). Las pruebas que apoyan esta hipótesis se encuentran en las mediciones efectuadas en presencia de fuerte contaminación electromagnética artificial. Se observa allí que la estructura de la red H se condensa, apareciendo con separaciones de tan sólo 1.5 m e incluso menos.
La detección de la red Hartmann requiere de cierto entrenamiento, así como un concepto claro de lo que se busca. Como ya se explicó, estas redes tan solo son nocivas en la medida que se superponen a otras anomalías telúricas mucho más fácilmente detectables. Los sistemas electrónicos empleados en el laboratorio para su detección, como los georritmogramas, medición de radiación, receptores de onda corta adaptados, etc, no son de fácil aplicación y su uso, aparte de su complejidad, requiere muchas horas de trabajo. Pero el propio doctor Hartmann ideó un sencillo instrumento que recibe el nombre de varilla Hartmann o lóbulo antena. Con su empleo adecuado, permite una detección clara y precisa de la red en pocos minutos.
Como escribe el arquitecto y geobiólogo J-C. Favre, además de evitar perturbaciones nocivas de la red H, se trata también de sacar el máximo provecho de su energía al emprender una construcción: "Ninguna arquitectura tradicional desprecia la importancia del telurismo en una práctica constructiva natural. La casa se asienta sobre un lugar conciliando las cualidades energéticas y sensibles del suelo. La vivienda tradicional, orientada según los puntos cardinales, no perturba la red. Siguiendo ese ejemplo, se intentará situar el edificio de acuerdo con las fuerzas vivas de la Tierra. Los efectos de la red H no deben considerarse algo irremediable, pues una práctica arquitectónica de calidad los tendrá en cuenta para sacar el máximo provecho.
De la obra "Arte de Proyectar en Arquitectura", de Ernst Neufert, en la sección "Biología en la Construcción", extraemos lo siguiente:
Según Palm (colaborador de Hartmann), la mencionada retícula global de aproximadamente 2 x 2.5 m corresponde a una línea de semidistancias. La verdadera retícula estaría formada, en tal caso, por una retícula global con una distancia entre ejes de 4 a 5 m en dirección Norte-Sur y de 5 a 6 m en dirección Este-Oeste, en línea recta alrededor de todo nuestro planeta. Cada 7ma franja de la retícu1a, denominada de 2do orden, produce un efecto varias veces superior, o sea, con separaciones de 28 a 35 m y 35 a 42 m. Cada 7ma franja de 2do orden, es decir, con separaciones de 7 x 35 o 7 x 42, lo que significa aproximadamente 250 x 300 m de distancia, se determina como zona de perturbación aún mayor = 3er orden. También aquí los puntos de intersección (cruces) son considerados más graves.
Según la misma fuente, en Europa se observan variaciones de la citada norma de hasta 15° en dirección Norte-Sur y Este-Oeste. Parece ser que los americanos han detectado dichas franjas con retículas muy sensibles tomadas desde una altura de varios miles de metros.
Además, se supone que también los diagonales formen su propia retícula global en dirección Noreste-Suroeste y Noroeste-Sureste, igualmente en períodos de siete, con efectos de aproximadamente el 25%.
Del mismo modo a lo que ocurre con las radiaciones, se produce una refracción en el cambio de medio tierra-aire, es decir, en la superficie terrestre, de resultante vertical. Otras de estas refracciones tienen lugar al atravesar los forjados en edificios de varias plantas, como fue comprobado por Endros en sus experimentos con maquetas.
Los perjuicios fundamentales que ocasionan tales zonas de perturbación son de carácter desvitalizante, y van desde la abstemia, trastornos cardíacos, renales, vasculares, respiratorios, gástricos o metabólicos, hasta dolencias crónicas graves como el cáncer.
Parece que en locales de proporción áurea no existen perturbaciones (relación: altura 3m, anchura 4m, longitud 5m). Las casas de planta circular o hexagonal son favorables en este sentido.